miércoles, 12 de agosto de 2009

Una lágrima más

La gente se iba yendo lentamente de la cafetería hasta que tan solo quedaron dos personas. Aún quedaban cinco minutos para que se cerrara el recinto, pero nadie parecía querer ver cómo se iban apagando las luces.

-Sabes que no deberías haber venido, tenías que haberte quedado en tu casa –explicaba Peter mientras removía el café que había pedido hacía quince minutos- aquí ya no pintas nada Emily. Las cosas vienen y van como las gaviotas; lo nuestro vino y ahora tiene que marcharse, ya está.
-No, no está, claro que no está. Yo te quiero y no puedo permitirme perderte a la mínima. Tengo que intentarlo hasta que me quede sin fuerzas. No puedo entender tu tranquilidad, tu parsimonia… ¿Acaso te has olvidado todo lo que hemos vivido juntos?
-Sabes tan bien como yo que no he olvidado esos momentos. Echo la vista atrás y tengo todo recuerdos felices contigo.
-Entonces, ¿qué falla Peter? ¿Qué he hecho mal?
-No has hecho nada mal, al contrario, pero Emily… ¿no lo ves? No tiene futuro, nuestra relación está atascada, no vamos ni hacia delante ni hacia atrás, ¿de verdad que no lo ves?
-Peter… yo solo sé que te quiero y que no puedo hacerme a la idea de una vida sin ti. No, intentémoslo otra vez, por favor. Te quiero.

Emily estaba temblando de arriba abajo, sabía que se estaba humillando delante de Peter, pidiéndole, suplicándole que siguiera con ella. Estaba avergonzada de la situación y por eso no podía mirarle a los ojos, pero era su último recurso, la última vez que lo intentaría, y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa.
Peter, por su parte, estaba bastante tranquilo, sabía que controlaba la situación, y eso le daba fuerzas para rechazar a Emily. En el fondo sabía que esta vez era la definitiva, pero no pensaba ceder, no otra vez.

-Emily, mira, lo hemos intentado varias veces y nunca ha funcionado, no sé por qué esta vez debería de ser diferente.
-Porque he cambiado, he tenido tiempo para reflexionar y madurar, y sé lo que quiero. Por eso, porque me he dado cuenta de lo mucho que significas para mí, por eso mismo, necesito estar contigo.
-No quiero jugar siempre a eso, ya no somos unos adolescentes encaprichados, hemos crecido los dos, juntos si quieres, pero esto no va a ningún lado. Es mi última palabra. Por favor, márchate a casa.

Su mundo se oscureció de repente, no había luz, ni un atisbo de iluminación. La chica no tenía opción, se había arrastrado a él como una lagartija, pero sin resultado. Tendría que olvidarle, tendría que aprender a vivir sin él. No iba a ser fácil. No sabía si lo conseguiría, si volvería a sonreír. Pero era lo que le tocaba vivir. Así que se levantó, pagó en la barra el refresco que había tomado y se marchó, casi sin ver el suelo de tantas lágrimas que no podía controlar. Cogería el primer vuelo y volvería a casa. Se sentía una estúpida por haber tenido esperanzas hasta ese momento, se sentía estúpida por no haber aguantado hasta que él regresara y haber tenido que ser ella quien iría a buscarle a él. Se sentía tan culpable por todo lo que le estaba pasando que sentía el corazón oprimido con fuerza, con un nudo en la garganta que apenas podía deshacer al escocerle los ojos de tanto llorar. Ella le quería con toda su alma, pero sabía que tendría que empezar a tejer una nueva vida sin él. No tenía idea alguna de por dónde empezar, teniendo en cuenta que no podía ver el suelo que pisaba, de modo que siguió andando, buscando algún pedacito de felicidad.