miércoles, 4 de noviembre de 2009

Frío

Amante de la noche, desliza sus zapatos por la vieja calle del paseo principal de la ciudad, mirando a uno y otro lado, descubriendo olores y sensaciones que creía ya olvidados. Una pastelería a su derecha y una chocolatería a su izquierda.
Se detiene poco a poco y se sienta en un banco del paseo y, aunque hace frío, no importa. Observa cómo la chocolatera prepara su mejor pieza con una sonrisa en la cara que transmite serenidad y armonía; enseguida entra un cliente y le atiende con toda la amabilidad de la que es capaz, le enseña pasteles y bombones, todos preparados por ella. La luz en el local es baja, acorde casi con la noche pero retando a la luna para ver quién de las dos dá más luz, sin conseguirlo ninguna.
Más a la derecha, apoyado en la repisa de una fuente de plazuela, un músico caldea el ambiente con su acordeón, abrigando un poco los corazones solitarios que pasean alrededor. Nadie se para a mirarlo pero todos sienten, aunque no sean conscientes, el cálido abrazo de la música. Y siguen caminando en el frío con una chispa encendida en el corazón, a la que deciden no hacer caso.

Curioso de la noche, el hombre se levanta y sigue avanzando, con las manos en los bolsillos, cabeza baja, gorro en la cabeza y cuellos de la gabardina levantados por el frío. Es noviembre. Y aún quedan sensaciones que vivir.