martes, 16 de junio de 2009

Adiós, princesa

Debí mirarte más a los ojos cuando tuve la ocasión, debí no perder ni un segundo sin estar a tu lado, debí decirte cada día lo hermosa que eres, lo bien que te queda ese vestido azul que tanto te gusta. Perdóname por todas las veces que no he sabido escucharte, que no he sabido encontrarte, que te he ignorado. Perdóname si te he hecho llorar, perdóname por hacer que esto termine así.
Y te miro… tu pelo suave sobre la almohada, tus párpados cerrados acurrucándote en un hermoso sueño. Eres preciosa princesa, ¿lo sabías? ¿Sabes que he estado loco por ti desde el primer momento en que te conocí? Nada de lo que hemos vivido se me va a olvidar, cada detalle, cada momento junto a ti. Princesa, bella princesa. Duerme ahora.
No he tenido valor de decírtelo, no soporto la idea de alejarme de ti, no imagino un despertar sin tu presencia, sin tu aroma, sin tu sonrisa de caramelo. Prometí no hacerlo, prometí mantenerme junto a ti, pero nada de eso es posible. La carta… la maldita carta que abre una brecha entre nosotros. La carta que me ahoga, que me quita el sabor, que me quita la vida.
Adiós, dulce reina, la guerra me llama.
Y yo debo responder.


Casi sin proponérselo, se inclinó suavemente hasta rozar sus labios, jurándose volverla a ver, y lloró... por última vez.